El verano empieza cuando pasa la procesión del Corpus. Acaba cuando el Santo de tu pueblo vuelva a la ermita; la cosecha segada, y el invierno preparado para seguir el ritmo solar. El verano certifica su rigor ineluctable la noche de San Juan, que en su apocalipsis decía que los que no fueran marcados con el símbolo de la Bestia no podrían comprar ni vender.
Apoc. 13, 16-18:
Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
Conviene ir tomando noción del Apocalipsis, dado lo que se nos avecina, que ruido de tormenta trae, y fulgores de refriega asoman, y esto se ha ido todo al traste: a pesar de todo, y a pesar de todos, la gente celebrará la Noche de San Juan, porque todos queremos la alegría de la luz y la consagración de la unión del hombre con su medio, el tiempo, y la tierra, y como toda celebración tradicional, ha querido ser transformada y vituperada en su proceso desde su original primigenio en el cual las chicas se ponen vestidos ceñidos, y tacón: que no quieren usar zapato bajo ni vestir de formal, porque sólo quieren a su príncipe enamorar, dijo Marisa Monte, y lo clavó; el cante está demostrando ser un repositorio de sabiduría consuetudinaria cada vez más presciente.
En Valencia se extendió la costumbre de que en base a una magia de gineceo había que mojarse los pies en el mar; la malvarrosa empezó a llenarse en los 80 a cuenta de tal tradición mágica y mistérica y de brujas y de cotorreos, y se generó una tradición milenaria que tiene, al menos, veinte años.
Valencia, tan llena de inteletuales y estudiosos, sabios de la legua, y demás sapientes en general, se llenó de explicaciones de una presunta antropología, que es realmente parapsicología y vudú alineando chakras, con muchas publicaciones sobre el tema: no acierta ni una.
Las mujeres iban la noche de San Juan a la malvarrosa como metanoche, el mojarse los pies es la metáfora.
Iban buscando preñarse. En tiempos de guerras, no buscaban novios ni maridos, sino preñarse para poder tener a quien las mantuviera en su vida; eso y nada más es la explicación. Nada de feminismos ni brujerías, nada más valenciano ni más femenino, tener un hijo para amargarle la vida, y nada más.
Simplemente había que estudiar, escuchar, leer, saber, y aplicar la navaja de Ockham.
San Juan, Evangelista o apocalíptico, se celebra, y los que no, buscan una excusa para celebrar la Noche de San Juan: como ornitorrincos en celo esta noche en Valencia y Alicante, y en el mediterráneo civilizado en general, es fiesta máxima; noche de hogueras, por toda la costa: en Alicante, espectacular: la gente ya presionada por tanto calor saldrá al anochecer, y festejarán que están vivos, que es verano, que la vida se abre paso que aunque los cenizos congresuen, los falaces gobiernen y no haya dinero, la gente sigue viva y tiene alegría, que se celebra San Juan, y no otra cosa, San Juan en la playa de Barcelona, con una mujer rusa, San Juan en Alicante, con varias holandesas; San Juan en Los Cristianos, no apto para menores, es la noche de San Juan, y debemos cerrar el invierno tan duro, tan triste tan dolido y empezar con alegría el verano: es la noche de San Juan; en Brasil, la noche de São João; y Buñol está en el interior: con Gal Costa, Festa do interior
Addenda: ...."Y ella sólo quiere a su principe enamorar..."
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