“Vuestra Majestad debe proveer ante todas cosas que el gasto del Santo Oficio no sea de las haciendas de los condenados, porque recia cosa es que si no queman no comen.”
El judío, excarcelado por la inquisición, le envió un memorial a Carlos I en el que ponía en evidencia la perfidia de la codicia para empobrecer a quien fuera mediante la delación por envidias: en 1558 este hombre se queja al Emperador del abuso de la ley que, a fecha de hoy, sufren todos los divorciados en España. Hemos progresado, es evidente.
Las hogueras de herejes son mas espectaculares, eso, lo hemos perdido, a cambio de la televisión, que nos muestra como todos los partidos van a aplicar mejor la ley que los otros, van a aplicar mejor la constitución, o, los más osados, van a mejorar la constitución.
Nadie pone en cuestión que el problema es la constitución. Y no esta: el hecho de su existencia es un problema en sí mismo; para todos, más sangrante en España: Somos un pueblo de aldeas, villas, dos o tres ciudades pequeñas y así, se hizo el mundo entero, sin propaganda ni esparajismos: La persona, la familia, el pueblo, y España: no necesitamos más que cuatro fueros y la libertad y de aquí seguirán brotando genios, como sucedía hasta esta malhadada constitución y este régimen tardofranquista domeñado por el PSOE como continuador de las esencias del franquismo. El PP se muestra como una facción, que no como partido propio: y todos saben mejor que el otro como aplicar la constitución, como hacer que el sistema funcione, cuando no mejorar el sistema.
El problema es el sistema: nadie quiere ver que está funcionando correctamente; el hecho de que nos lleve a la esclavitud es su esencia e intríngulis, su modus operandi para que en lugar de llevar argollas y bolas de hierro encadenadas a los tobillos, llevemos teléfonos portátiles y vayamos a la moda: esclavitud, es un sistema esclavista vil y ruin, cobarde y adocenante, pero funciona; esclavista.
Cuando en el Sínodo de Londres Carranza, apoyado por Las Casas, se opuso “vehementemente” a la esclavitud, el Duque de Alba lo fichó bien; el Inquisidor General Valdés, que tenía que quedar bien con la corona tras su saqueo de las casas de Mercaderes de Sevilla, dejándolas sin dinero para la Batalla de San Quintín, fue la herramienta para la venganza del de Alba: Carranza era partidario de que los inquisidores fueran teólogos –más atentos a la esencia, a la doctrina y a la persona que a la ley- contra la corriente que quería canonistas: aplíquese la ley, sea esta cual sea.
Las cárceles se llenaban de presos, y aún se dejaba de prender a algunos “porque no hay cárceles donde los puedan tener a buen recaudo” faltaban inquisidores, tanto en la inquisición de Valladolid como en el consejo de la Real Inquisición. El inquisidor general Valdés, refiriéndose a la carencia de inquisidores en carta a la princesa gobernadora: “y de los cuatro que quedan el uno es teólogo, que puede ayudar poco en los negocios que ahora se tratan” Estos eran evidentemente de carácter teológico, ya que de herejía se trataba. Es la pelea de teólogos y canonistas. Pero para Valdés sólo eran cuestiones procesales, jurídicas, que había que solventar como fuera.
Vienen elecciones en las cuales todos saben cual ha de ser la manera de hacer funcionar correctamente el sistema: sobran canonistas, faltan teólogos.
1 comentario:
Critico, conciso y lapidario que induce a la reflecipn ... un ensayo conceptista de altos quilates....retoma la vieja disputa arqueohistorica precristiana entre fariseos y saduceos....
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