el 708 ab urbe condita Julio César ajusta el calendario: aquel año tuvo 445 días y claro, no cuadraban mucho la vacaciones ni los días libres que los augures (haraganiis gandulorum sindicaliis) no sabían como cuadrar. Y empieza el calendario Juliano que no estaba tampoco tan mal; ese año nació San José de Arimatea: el que cedió su sepulcro a Cristo. En 1582 Gregorio XIII cambia el calendario: no era caprichoso; venía obligado por los acuerdos del concilio de Trento que querían cambios sobre lo fundamentado en el concilio de Nicea: la pascua debía celebrarse en el plenilunio posterior al equinoccio de primavera, pero para cuando Trento, ya había un desfase de diez días: lo importante es el calendario litúrgico, y a eso había que atenerse. Atentos a estos cambios, que nos traen el canto gregoriano, que fundamentan el canto llano, que se empieza a ordenar el mundo en un rango que busca el calendario litúrgico: y lo que se hace realmente es adecuar la medida del tiempo al año trópico: el tiempo de completar una vuelta alrededor del sol.
De tal modo, el calendario litúrgico establecido es la relación perfecta entre el orden de las galaxias, los ritmos estacionales de la tierra, y la vinculación más completa del hombre en la naturaleza: sólo hacen falta dos mil años para que lleguen los innovadores a inventar la realidad y el ecologismo de la unión del hombre con la tierra, haciendo de lo que dicen la bandera falsa que ampara la destrucción de todo aquello que dicen defender.
La perfección del calendario la dio en Valencia el Padre Tosca, en su compendio matemático es donde establece ya con claridad y rigor el ciclo pascual hasta hoy, y es el perfecto y adecuado: no hay cálculo de la nasa capaz de enmendar la plana a tan buen matemático; de esto en Valencia, nadie sabe nada, por supuesto: como van a elogiar a uno excelente que haya en la tierra de la mediocridad del páramo de estulticia en que se ha convertido España.
Arregla los desfases de calendario el año en que consta que a Julio César le sobrevenían eyaculaciones mientras combatía contra Pompeyo en Hispania; bien ajustados pero con errores que se empiezan a arreglar en el concilio de Nicea, y que por orden conciliar de Trento Gregorio XIII sigue adecuando para evitar el desfase que llevaban en ese momento de diez días, y empieza ahí la historia del compás, el ritmo, el cante y el toque; el Padre Tosca fija el ciclo pascual, que es la esencia del año, la pascua; y ahora seguimos utilizando tan elaborado mecanismo de tiempo, sudor, hombres y trabajo para que en nochevieja os pongáis a grosso modo con la excusa del cambio de año.
Y es que las fiestas si lo son, no son por casualidad. Por eso son fiestas: las que se establecen por decreto, dan más pena que alegría, como la constitución y esas memeces.
En este tema todo lo que tenga menos de dos mil años es una ocurrencia de algún desertor del arado que quiere darse bombo, egos sublimados en su inmundicia ignorante y soberbia.
Podéis daros bombo, o tener la justificación intelectual para la fiesta, o apuntarlo como curiosidad o estudiarlo, o copiarlo para tesis doctorales (cosa que últimamente pasa mucho a éste lado de la galaxia) porque celebrareis la nochevieja, y que el año que viene nos sea próspero, mueran entre horribles dolores toda la hez burocrática de la política, sean infectados de la peor de las infecciones todos los políticos y sus hordas de halagadores; sea aún más puesto en evidencia la primera autoridad del estado y su expansiva peste borbónica; caiga el euro y la falacia europeísta y paguen sus desmanes todos los implicados, y, lo que es aún más difícil, que los funcionarios cumplan el trabajo al cual se deben por que cobran, en tiempo, hora y forma y con diligencia.
a Éste lado de la galaxia, seguimos persiguiendo la manera de dar a la caza alcance: que Dios nos ampare.