Ya ha pasado. En Valencia se extendió la costumbre de que en base a una magia de gineceo había que mojarse los pies en el mar; la malvarrosa empezó a llenarse en los 80 a cuenta de tal tradición mágica y mistérica y de brujas y de cotorreos, y se generó una tradición milenaria que tiene, al menos, veinte años.
Valencia, tan llena de inteletuales y estudiosos, sabios de la legua y demás sapientes en general, se llenó de explicaciones de una presunta antropología que es realmente parapsicología y vudú alineando chakras, tiene muchas publicaciones sobre el tema: no acierta ni una.
Las mujeres iban la noche de San Juan a la malvarrosa como metanoche, el mojarse los pies es la metáfora.
Iban buscando preñarse. En tiempos de guerras, no buscaban novios ni maridos, sino preñarse para poder tener a quien las mantuviera en su vida; eso y nada más es la explicación. Nada de feminismos ni brujerías, nada más valenciano ni más femenino, tener un hijo para amargarle la vida, y nada más.
Simplemente había que estudiar, escuchar, leer, saber y aplicar la navaja de Ockham.
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