Siempre se justifica la envidia, siempre se excusa el mal, siempre está trufado de razones y razonamientos conspicuos, trufado de adjetivos el mal siempre se excusa: la envidia nunca es definida, perceptible ni asumida por el tiñoso, sino siempre justificada, y tiene una varianza de extensión social que se asume imperceptiblemente; no manifiestan la envidia –tampoco la admiración- simplemente se dedican a evitar que prosperes en la vida, a la maledicencia, y a hincar en los defectos conocidos o imaginados; siempre se excita al más débil mental para que haga alguna ridiculez, provoque o genere situaciones de tensión; siempre se intenta ridiculizar al envidiado, se extiende como la lava, mancha como el aceite y hace daño, siempre hace daño.
La deriva de la soberbia tiene siete variantes, y todas utilizan el mismo mecanismo, y todas dañan. Y nadie está dispuesto a admitir en sí ninguno de sus defectos: si los vemos, los vemos en los demás; si tenemos una desgracia siempre nos autojustificamos y culpabilizamos a un enemigo: o a que se nos han negado méritos debidos y negados, o a nuestra pobreza o a la prosperidad de otros, en eso fundamentamos ideologías, errores, monstruosidades, la envidia se manifiesta así.
Basándose en tan hondos fundamentos de la condición del hombre, que en sí lo degradan y degeneran, se fundamenta todo un sistema ideológico basado en adjetivos y con un sistema lingüistico autoreferencial que conduce a la nada pero con abundante palabrería; en principio era exclusivo y excluyente de la progrez: se extendió por la sociedad al degradarse el sistema educativo, ahora es de obligado cumplimiento; el resultado es una absoluta degradación de toda la sociedad por todos sus rincones, el resultado es la entrega a la plutocracia de la vida y trabajo de las personas, de todas: por un lado la tan denunciada despersonalización de la persona por el capitalismo resulta ser verdad: pero su técnica de penetración y lengüaje socialdemócrata se han impuesto también en “el otro lado” desde que el pueblo obrero derribara el muro de Berlín: unificado pues el capitalismo protofinanciero y el capitalismo de estado, todas las personas tienden a desaparecer trasmutándose en “productores” “obreros” “ciudadanos” “contribuyentes” cualquier calificación es válida, menos la de persona, y ahora en el magma confuso de números infinitos y cuentas incomprensibles, deudas innombrables y follones sobrevenidos, se va imponiendo el magma de la socialdemocracia como excelencia suma de capitalismo financiero, en perfecta unión con el capitalismo de estado; ni Stalin era tan perverso, ni parece creíble tanta indolencia de las personas ante tamaña fechoría.
En 2007 ya escribí que Rajoy sólo estaba ahí para que el Gay Ardón fuera presidente del gobierno, ratifico ahora, y todo apunta a que será una legislatura inacabada que dará paso a un gobierno de concentración nacional en plan “bipartidismo perfecto” por urgencias paranoicas de la casta política, ya evidentes en su bajeza y degradación: se llama democracia y lo definen como gobierno de las mayorías, pero siguiendo en el anarquismo, Kropotkin definió perfectamente a las muchedumbres: el nivel intelectual de una muchedumbre siempre es menor que la del más tonto de esa muchedumbre.