sábado, 31 de julio de 2010

Ignacio

sj_const

El que vale, vale, y el que no, mártir del Japón: eso es el original del dicho habitual. San Francisco Javier, segundón de segundones y encantado de serlo asumiendo su condición, marchó a evangelizar el Japón. Luego hubo episodios gloriosos, como cuando se obligó a abjurar del catolicismo a todos los funcionarios del mikado: como no encontraban una fórmula lo suficientemente expeditiva, se les hizo abjurar del catolicismo con una fórmula de un funcionario imperial: “juro por Dios padre, hijo y espíritu santo que abandono el catolicismo…..” y ale, todos a negar el catolicismo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Parece un ejercicio literario, pero es historia en estado puro, cuando tenga la referencia a mano os la pondré si eso. Los Jesuitas (aquello eran jesuitas, aquello eran curas) trajeron a la civilización el Tao te Kin, el I Chin y demás artefactos culturales que se asumieron a la propia cultura, aunque la progrez se lo apropie como negación del catolicismo, forman parte de los libros sagrados: leyendo los libros sagrados se accede a la percepción de la naturaleza de la cultura, y no a ese mandarinato al que nos quieren someter: últimamente me siento muy aldea gala.

Mandarines, porque aquí todos acceden al mandarinato y no hay la suficiente memoria histórica para ser la señorita  del abanico (paseando por el fresco rio) y ser objeto de deseo y atención: aquí todos mandarines, todas mandarinas o todos accediendo a los rangos del mandarinato: sea político, sea universitario, sea el que sea: se establece un mandarinato en cada momento y a cada ocasión para poder cumplir la taxonomía y acceder a la escala que te dará acceso a ser mandarín de ti mismo: y en ello andamos, nadie es senshei ni nadie es libre; todos accediendo a una escala de rangos ceremoniales confusos para poder ser mandarines: sea de la comunicación, sea de lo que sea, todos quieren ser mandarines, y lo que es peor; todos buscan caudillos y ser acaudillados, y aquí ya ninguno de los que se postulan vale, ninguno de los que vale se postula.

Segundones que no asumen su condición, paranoias delirantes compartidas, mandarines y escalas jerárquicas que solo se justifican en si mismas y en la vanidad, esto es lo que conforma España hoy. Y ha de llegar Septiembre: será el auténtico otoño caliente.

El hombre del saco se paseaba por Sabadell aterrando madres y jugando con niños: Ignacio, que viene de ignis faciam o hacedor del fuego, nombre que eligió San Ignacio cuando entró en religión, dejó de llamarse Íñigo. Por si no os queda claro: llamarse Íñigo no es llamarse Ignacio: llamarse Ignacio es como ser de Buñol, naces con ello y has de apechugarlo, por tus pecados, o para obligarte a ser humilde. Hoy es San Dhavar y el acontecimiento nebular geminado intragalaxias, con festejos klingor: no es San Osaka, que el chico aun no ha hecho el mandarinato, y le falta la hache, pero todo se andará en volviendo a traspasar los black holes into de the dwarf nebula.

No es casual que hayan decretado que hoy es el día del Orgasmo, No os dejéis llevar por la aparente casualidad: las mujeres saben a que nombres de hombres se invocan. Como aporta Luri a la onomástica: el que no se llame Ignacio, que se joda.

 

Son Vidas ejemplares; vidas paralelas pero en los lindes del tiempo:

San Ignacio en la Galaxia era un hombre que sufría, sufría profundamente, pero aun así. Lacerado por la pátina del tiempo y supurando por las llagas, no dejaba de acometer su cometido: llagado el momento, se dedicaba con pasión ascética a contar las piernas que le faltaban a las mujeres, y el disponía lo necesario para enmendar esos dislates. ¡Santo Varón!
No contento con ello, con los restos de los naufragios, inventaba amaneceres para los pobres, que agradecidos le cantaban loas bajo su ventana. Como no podía dormir, en esos ratos de recogimiento (de piedras, para tirárselas a los de las loas) consiguió inventar el Pararrayos con mando a distancia que se conectaba bluetooth por usb ¡Santo Varon!
Enmendando dislates de piernas de las féminas, que tanto le deben y a las que tanto se entregó le fue anticipada la llegada de su hora: mediante una alarma en su ordenador supo que debía abandonar las pompas y fastos de este mundo. Regaló las pompas a un grumete y un fasto que le quedaba suelto lo aplicó en enmendar las cuitas de las buenas gentes a su alrededor. Postrado en el lecho de una vecina, preparó el tránsito adecuadamente, dejando precisas instrucciones acerca de cual es el método infalible para contarle las piernas a las señoras en su Epístola a los Blogeros “Posteandum progressium ab amare multitudine” falleció tal día como hoy, pero otro año.

Y es por esto que los días en la galaxia amanece. Santo varón.

8 comentarios:

Váitovek dijo...

Amen y felicidades a todos los miembros del verdadero pueblo escogido: Los Ignacios.

Y el que tenga dudas y se asombre, hágase con "El poder y los secretos de los Jesuitas" de Rene Fulop Miller, y verá lo que fue la superhueste de los Ignacianos.

Felicidades!

Ignacio dijo...

Igualmente

Unknown dijo...

Iñigo, pues, el hombre viejo. Ignatius, Ignacio, (que efectivamente nada tiene que ver con Iñigo) el nuevo y definitivo, y perpetuo (y eterno, por qué no).

El cambio de nombre es también –y sobre todo-, más que un llamamiento caprichoso, una esperanza de ser un hombre nuevo. Que bien nos viene.

Ni segundones… ni santos (esto último debe llevar un “aún”): tal vez baste hoy una chispa de su ignis, de su fuego, al menos que baste para prender alguna fogata.

No copiando al Patrono, pues tampoco era suyo el fuego. “Tu eres Simón… Te llamarás Pedro” (cfr. Jn. 1, 42), y esto aún antes de la triple negación. Tu es Petrus… Tu es Ignatius.

¿Y todo esto para qué? Para invitarme descaradamente a la fiesta de la galaxia. Y para desear un feliz onomástico, o como mejor se diga, que por estos lares ya ni se acostumbran estos saludos.

Ignacio dijo...

Muchas gracias

El diablillo dijo...

Pues felicidades a todos los ignacios. Muy buena entrada.

Ignacio dijo...

Pues muchas gracias

Anónimo dijo...

Impreso y guardado para que algún día quien usted sabe lo lea.


Grande. Eso es lo único que le puedo decir a usted.


Meciendocunas.

Anónimo dijo...

Felicidades!
Es ud. único e inigualable.