LLega la lluvia, y nada soluciona. Se ha destrozado la cubierta vegetal, sustituyéndola por arbustos, y artificios de arquitectura y modernidad que niegan a la arquitectura y a la naturaleza, y en nada cambia el hecho de la lluvia; por arriba se ha destrozado el suelo en todas sus vertientes y formas, por abajo se ha seccionado el discurrir de los acuíferos laminando el subsuelo y horadando sin sentido en pozos y cimentaciones, carreteras del absurdo y túneles sin razón: la lluvia será un momentáneo respiro, nada que vaya a ser utilizado hasta su último aprovechamiento; se deslizará, sin pena ni gloria, ni aprovechamiento.
Somos reos de la peor hez de la historia, y estamos siendo sometidos por agobio y cayendo en la esclavitud, abandonándonos a ciencias de todo a cien y apariencia banal, chiste facilón y risilla de sobrado, la de los tontos del pueblo; La simpleza estulta de abominar de los pantanos porque los había hecho Franco implica ignorar a Sagasta y toda la historia de España. El general que empezó a hacer pantanos en España fue Trajano, y el agua nos conforma y configura: como espacio definido, como sabiduría en sus formas: las fuentes y balsas, acequias y regatos y lavaderos y bibeles, donde se cuajan sociedades y se afianzan situaciones, en ríos y trabajo, sudor y esfuerzo, que da de sí España y todo su magma cultural: García Lorca y Paco de Lucía, Éste lado de la galaxia y la Saga/fuga de JB; el flamenco y Velázquez.
En Buñol la única fuente que no tiene advocación es la de La Violeta: caminar hasta allí se convertía en un rito de amistad adolescente que casi todos hemos compartido: ahora, por los problemas de erosión geológica, laminar, y forzada para desecar el pueblo y cercarnos por hambre y sed, la tierra allí es casi polvo, una tierra roja que se disuelve en polvo y sale volando, dispersa.
A mis mocedades y hasta hace poco esa tierra siempre era húmeda, y con un enorme grado de portabilidad: la tocabas y se te quedaba la mano roja y de difícil lavado, no es nada fácil deshacerse de esa mancha, y ahí caminábamos adolescentes encantados de descubrir el mundo con ilusiones pueriles y rotundas certezas de las piernas femeninas.
Ahora la tierra húmeda es polvo. Pero si nosotros apasionados y fugaces pegábamos un revolcón de apremio en los bancales, dejaba huella: era el momento, porque al llegar a tu casa la ropa llevaba la huella roja de la tierra, con lo cual los padres (que creo que aunque mandara Franco querían a sus hijos) ya sabían de qué fragor apasionado provenía esa mancha: las madres aleccionaban a las hijas; a los hombrecillos nos alertaban de los peligros de la pasión y etc, sobre todo del etc.
de tal modo las señales de la privada pasión, llegaban a donde debían llegar: y ese era el momento de hablar con el hijo, la hija, y hablar de la sexualidad, en los términos y condiciones que cada familia considera, usa, y respeta por su propia tradición.
Tal es el momento de habla de sexualidad con los hijos, no cuando dictamina un politburó ajeno y doloso sumiso al oro de babilonia que reparte el banco central alemán.
Ese es el momento, no otro.
De tal manera a lo grande la cultura configura el espacio para que el hombre se adecúe a la naturaleza, de la misma manera que adecúa la naturaleza a sí, y se acomoda en la tierra a prosperar y ser trascendente: y en lo grande se configura España y el mundo, y en los pequeños detalles son las familias, los pueblos, los que conforman a los hombres en su virtud y rituales, que apechugar con toda la cultura que conlleva un revolcón en La Violeta nos ha costado dos mil años, y ahora en persecución de una modernidad como excusa de sumisión y obscena entrega impúdica, nadie recuerda a su primera novia, el sexo es una rutina abominable, nadie tuvo
una primera novia
un primer drama
un primer amor.
Y así, la tradición da belleza hasta en las formas, da libertad en las familias, en la personas, da arte y belleza, da configuración y sosiego que en sí mismo da el problema y la solución; de modernidades no está saliendo nada bonito, ni en arte ni en ciencias, ni en parejas, ni en historias de amor: todo es vulgaridad, obscena banalidad y desprecio a la sublimación del querer y a lo bonito de ser hombre.
Y todos saben inglés.
Aún guardo recuerdo de las manchas, aún tengo esos sentimientos guardados en el almario con cuidado, aun tengo su imagen sobre mí y así quede.
Al futuro recordarán esta época como la abominación y el horror: toda belleza es pervertida, toda bondad perseguida, toda infamia alentada.
Porque para hacer esclavos lo primero es destruirles la identidad, luego cercarlos por hambre y sed, y luego vendernos a Jerjes para que arrase entrando desde las Termópilas, lo primero es hacer pisos y destruir fuentes y lavaderos, acequias y balsas, lo primero es alentar la codicia, el diablo sabe muy bien manejar la condición humana.
Pero en las grietas está Dios, que acecha.